Una calle la mar de fascinante

Vista de la Calle del Pez, MalasañaEs una de las principales de ese laberinto de calles llamado Malasaña. Bulliciosa y repleta de contrastes, siempre efervescente, la Calle del Pez refleja como pocas la personalidad de un barrio que ha sabido reciclarse mejor que ninguno a los tiempos que corren. Una vida resumida en 33 portales, que nace en la Iglesia de San Antonio de los Alemanes y que se diluye al llegar a San Bernardo, así es el día a día de esta genial calle.

La Calle del Pez aparece ya en los primeros mapas que se tienen de Madrid, en el Siglo XVII aunque entonces lo hacía con otro nombre, Calle de la Fuente del Cura. Siempre ha mantenido su angosto y quebrado trazado. El escenario siempre ha sido el mismo, lo único que han cambiado han sido los figurantes. Ahora, lo más modernos de la ciudad wassapean con sus smartphones desde portales que no hace tanto, prostitutas utilizaban como oficinas de trabajo.

El nombre de las calles del centro siempre ha dado lugar a historias, algunas más o menos factibles. Es normal que con tantos años a sus espaldas, la Calle del Pez también tenga la suya. Según cuenta la leyenda había antiguamente en esta calle una enorme finca con un estanque con muchos peces. El dueño de la misma, Don Juan Coronel decidió construir un nuevo inmueble en el mismo solar por lo que el estanque, el lugar preferido de su hija, durante las obras se fue quedando sin sus preciados habitantes ya que los peces fueron muriendo.

Cuando sólo quedó uno, Blanca, que así se llamaba la niña, optó por trasladarlo a una pecera donde darle todos los mimos y atenciones posibles pero el animal no aguantó demasiado su cambio de habitat y terminó por pasar a mejor vida. La niña, rota por el dolor decidió meterse monja en el convento de San Plácido. Su padre, Don Juan, en recuerdo de aquella desgracia que le había arrebatado a su hija mandó esculpir un pez en la fachada de la nueva casa. Todo el mundo comenzó a hablar entonces de la Casa del Pez o de “la calle donde hay un pez” y al final, el uso extendido optó por rebautizar a la vía como la Calle del Pez.

Real o no, lo cierto es que el pez ahí está, la casa no es la original pero en la que se edificó en su lugar se optó por mantener al animal, lo podéis ver si alzáis la mirada a la altura del portal número 24. Entre ladrillos amarillos se puede observar al inquilino acuático más famoso de Malasaña. Él, junto a los vecinos más antiguos de la zona, ha podido apreciar la interesante metamorfosis que está sufriendo la calle. Ahora, en plena ebullición del cambio, locales de toda la vida, desaliñados comparten tabique con sitios chic como el Hotel Abalú, perfecto para una noche romántica o el restaurante Lamucca.

Pero de todos los bares de Pez, el más representativo es El Palentino, un bar cañí hasta el extremo, incluso cutre, por qué no decirlo, con un ambiente cargado por el olor a fritanga, en el que abuelos, palillo en la boca, comparten barra con gafapastas que debaten sobre el montaje de El acorazado Potemkin. Siempre lleno y con un ambiente ecléctico, El Palentino es todo un símbolo del barrio y el punto de salida para muchas noches malasañeras. Su fama es tal que incluso Manu Chao lo utilizó como escenario para el videoclip de su canción “Me llaman Calle”. Con este tema, me despido de vosotros hasta la próxima entrada.

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